REFLEXIONES SOBRE CÓMO AFRONTAR LA ERA COGNITIVA

Con MANUEL DESANTES REAL

REFLEXIONES SOBRE CÓMO AFRONTAR LA ERA COGNITIVA

Con MANUEL DESANTES REAL

En esta entrevista vamos a hablar de la complejidad de la era cognitiva, y de cómo afrontarla, con D. Manuel DESANTES REAL, Catedrático de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Alicante.

Manuel DESANTES fue vicepresidente de la Oficina Europea de Patentes de Múnich, miembro del Servicio Jurídico de la Comisión Europea y vicerrector y rector en funciones de la Universidad de Alicante. En la actualidad le gusta presentarse como el asistente de 'Don Biblio', el custodio de ‘La Biblioteca De Los Libros Felices’, pero se dedica fundamentalmente a dudar para poder pensar y razonar. 

“Los Libros no se tocan, se acarician”, es la primera premisa con la que el custodio de esta biblioteca, ‘Don Biblio’, nos invita a compartir tiempo y espacio con ellos. Una experiencia mágica, sensorial e instructiva que por un momento parece detener el tiempo para darle vida al papel, al cuero, a la madera y, cómo no, a la tinta. No se trata de un debate entre offline u online, entre ‘D. Biblio’ o el último iPhone: se trata de dudar para poder pensar. 

Pregunta. Manuel, desde tu experiencia ¿qué nos está pasando?

Respuesta. No sé qué le está pasando a nuestra sociedad: sé lo que me está pasando a mí …

A mí, lo que me está pasando -ten en cuenta que ya tengo una edad respetable- es que cada día estoy más desorientado y más despistado: intento pensar, pero sobre todo intento dudar, porque siempre he pensado -no sin dudas- que cuando Descartes formuló su adagio “pienso luego existo” en realidad estaba diciendo “dudo luego pienso, pienso luego razono y razono luego existo”. Si no dudamos -y es mi trabajo como docente conseguir que mis alumnos duden- nunca podremos pensar. Pues bien, cuando dudo y por lo tanto intento pensar a partir de la duda llego a la conclusión de que nos encontramos por primera vez en la historia con dos dicotomías muy difíciles de resolver.

La primera es que hemos vivido 100.000 años en un entorno de crisis cíclicas. A mí me enseñaron de pequeñito que “cuando venga una crisis hay que hacer una pausa, parar, porque las crisis son cíclicas y después de una crisis vendrá otra vez la prosperidad”. Lo hemos aprendido con las crisis económicas. Pues. bien, esto ya no es verdad. Ahora las crisis son sistémicas y esto es nuevo y ha llegado para quedarse. El que piense que de la COVID vamos a salir como si nada a volver a lo de antes estará muy equivocado. Hay que aprender, por lo tanto, a navegar aprovechando los vientos de las crisis.

Pero la segunda dicotomía es más importante: no solo las crisis son ya cíclicas, es que el ritmo del cambio de los seres humanos ha cambiado por primera vez en la historia.

"El ritmo del cambio de los seres humanos ha cambiado por primera vez en la historia

Hemos heredado de nuestros padres, y lo tenemos grabado a fuego en nuestra genética, un ritmo de cambio lineal o aritmético, lo que permite un avance pausado y digerible: 2, 4, 6, 8, 10, 12, 14 …  Es verdad que de vez en cuando había un cambio exponencial -por ejemplo, la invención de la rueda o el descubrimiento del fuego o de la imprenta, o la primera revolución industrial- pero siempre, indefectiblemente siempre, a lo largo de 100.000 años de historia del ser humano, después de ese cambio exponencial coyuntural venía la calma y había tiempo suficiente para volver otra vez al cambio aritmético.

¿Qué ocurre con los cambios aritméticos? Los cambios aritméticos nos permiten visualizar qué ha hecho la generación anterior y que está haciendo la generación siguiente. Es decir, nos permite controlar la situación. Y todas nuestras estructuras sociales -el Derecho, la gobernanza o la educación, por ejemplo - están creadas a partir del cambio aritmético que nosotros hemos heredado de nuestros padres y en el que hemos aprendido a vivir. Pues bien, por primera vez en la historia hemos pasado de una situación de cambio aritmético a una situación de cambio exponencial y ese cambio exponencial ya no es coyuntural sino estructural: 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128 …

En el momento en que llegó internet se produjo un cambio exponencial que provocó la generación de una miríada de nuevos datos personales: pasamos del mundo analógico al mundo digital. Así que podríamos pensar que, como estos cambios exponenciales coyunturales ya habían ocurrido antes, en un período de tiempo relativamente breve volveríamos a nuestro ritmo de cambio aritmético, como siempre había ocurrido. 

Pero no ha sido así. Antes de que hubiéramos podido digerir este cambio exponencial que produjo la llegada de internet los seres humanos entramos en una dinámica imparable en la que comenzamos a comunicarnos entre nosotros utilizando esas herramientas digitales a través de lo que rápidamente se bautizó como las “redes sociales”: un segundo cambio exponencial y una nueva multiplicación de los datos personales.  E inmediatamente después, cuando parecía que íbamos a volver por fin a nuestro cambio aritmético tan deseado, llegó la geolocalización -tercer cambio exponencial- y otra vez multiplicamos el número de datos personales.

Pero la cosa no ha acabado aquí. Poco tiempo más tarde las máquinas se pusieron a dialogar entre ellas, cosa que nunca había ocurrido: le llamamos internet de las cosas y ha desencadenado la creación de billones y billones de datos, esta vez datos no personales Y enseguida llegó otro cambio exponencial bien conocido, la Inteligencia Artificial. Después vendrá el 5G, la computación cuántica… y así podría seguir y seguir … y no vamos a acabar de cambiar a una velocidad dele vértigo.  Todo esto se ha producido en apenas 30 años, un período mínimo de la historia. Hemos pasado de una sociedad de cambio aritmético con cambios exponenciales coyunturales a una sociedad de cambio exponencial estructural que ha llegado para quedarse … pero todas nuestras estructuras sociales siguen adaptadas al modelo de cambio aritmético. Confieso que este imparable proceso me angustia, por una parte, pero por otra me parece que tener la suerte de vivir ahora, justo ahora, es extraordinariamente apasionante.

Mis abuelos, mis bisabuelos, mis tatarabuelos … vivieron en un mundo en el que las cosas pasaban muy despacio: ahora las cosas han cambiado radicalmente y el problema es que tenemos que gestionar el tiempo cuando no tenemos tiempo. 

"Este imparable proceso me angustia, por una parte, pero por otra me parece que tener la suerte de vivir ahora, justo ahora, es extraordinariamente apasionante

¿Cómo vamos a gestionar nuestra sociedad si los cambios se producen a tal velocidad y parece que no somos capaces de responder con la creación de nuevas estructuras sociales?, Quizás sea éste el problema más grave al que se enfrenta la humanidad en este momento. Justo ahora, cuando además estamos todos metidos al mismo tiempo en dilemas de la máxima relevancia como puede ser el Cambio Climático, donde las decisiones hay que tomarlas ‘YA’ para que puedan tener efecto dentro de 30 años.

Se conjugan todos los astros para que vivamos una nueva era. Hasta ahora hemos vivido una era de cambios, pero esto que tenemos delante de nuestras narices es un cambio de era. Y, sinceramente, no estoy muy convencido de que seamos plenamente conscientes de todo ello.

"Hasta ahora hemos vivido una era de cambios, pero esto que tenemos delante de nuestras narices es un cambio de era

 

Pregunta. ¿Qué efectos tiene el cambio que nos estás indicando en materia de educación y formación? 

Respuesta. La educación es el pivote, la piedra angular sobre la que se edifica la sociedad, y está diseñada precisamente para servir a esa sociedad. Perdonad que repita una y otra vez lo obvio, pero estoy convencido de que nuestras estructuras educativas siguen basadas desde hace yo diría incluso miles de años en arquetipos que nos ayudan a vivir en una sociedad de cambio aritmético pero no en una sociedad de cambio exponencial.

En una sociedad de cambio lineal todo evoluciona a un ritmo que nosotros podemos y sabemos digerir. Así por ejemplo, los arquetipos en los que hemos ubicado todas las estructuras de nuestra educación desde que éramos pequeñitos son silares, de la misma manera que hasta ahora todas las tecnologías eran silares: tecnologías eléctricas, tecnologías mecánicas, tecnologías químicas … Pues bien, nuestra educación era y sigue siendo silar también: matemáticas, física, química … Cuando llegábamos a la educación superior, los que estudiamos Derecho nos encontramos con otra estructura silar: Derecho Civil, Derecho Penal, Derecho Mercantil … arquetipos todos ellos creados hace mucho tiempo para podernos adecuar a un ritmo de cambio como el que hemos tenido hasta la fecha: lineal o aritmético. Pero ahora todo esto no nos sirve porque las tecnologías hoy ya no son silares, ya no están metidas dentro de cajas sin ninguna implicación entre ellas. Al revés: son híbridas. Y no solo son híbridas, están hibridadas. Y no solo están hibridadas, están profundamente interconectadas y son transversales. Pues bien, insisto: esto es completamente nuevo y parece que no tenemos el estómago todavía adecuado para poderlo digerir.

Seguimos educando a nuestros hijos exactamente igual como nos educaron a nosotros. Y lo que es peor: seguimos educando a nuestros hijos para un mundo que ya no existe. Esta es la revolución que hace falta poner encima de la mesa en materia de educación. A mí me da la sensación, cuando contemplo el quehacer de nuestras universidades, que simplemente seguimos anclados en el escenario ‘business as usual’, que es un escenario que, aunque defendido por muchos de mis colegas, me da la sensación de que ya no nos sirve. Estamos formando ciudadanos que no van a poder hacer frente al nuevo ritmo de la sociedad. 

Pero aún hay más. El cambio es tan profundo y tan rápido que ni siquiera un escenario de adaptación nos sirve. Una adaptación no es más que un ‘toilettage’, un ‘making up’ puntual, un contornearse para dejar las cosas más o menos como estaban sin poner para nada en tela de juicio las estructuras. Pues bien, insisto: esto ya no nos sirve. Un simple acicalamiento no va a posibilitar que las nuevas generaciones sean capaces de hacer frente a los nuevos retos de la sociedad. Por lo tanto, yo proclamo que hay que tener el valor de visualizar otros escenarios. Y los dos escenarios que me parecen más convincentes y que debemos tener el coraje como sociedad de afrontar son el escenario disruptivo y el escenario reinventivo.

"Seguimos educando a nuestros hijos exactamente igual como nos educaron a nosotros. Y lo que es peor:  seguimos educando a nuestros hijos para un mundo que ya no existe. Esta es la revolución que hace falta poner encima de la mesa en materia de educación

 

En un escenario disruptivo no cambiamos nuestra sociedad ni nuestras esencias, pero pensamos de manera disruptiva, es decir, fuera de la caja. Si lo aplicamos a la educación ello implicaría poner en tela de juicio todas nuestras estructuras educativas. Pensemos, por ejemplo, en nuestras facultades de Derecho: ¿por qué tiene que haber una asignatura que se llame Derecho internacional privado al lado de otras como Derecho Administrativo o Derecho Financiero… son silos. Estamos hablando de estructuras creadas en el siglo XIX que habría que revisar completamente.

"En un escenario disruptivo no cambiamos nuestra sociedad ni nuestras esencias, pero pensamos de manera disruptiva, es decir, fuera de la caja

La disrupción nos debe obligar necesariamente a cambiar radicalmente la forma de plantear la formación de nuestros futuros juristas, de nuestros futuros economistas y de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.

Y es necesario vidualizar, finalmente, un último escenario, que es el que a mí más me interesa destacar en este momento. Quizás sea porque los que somos mayores tenemos menos tiempo para ver los cambios y, por lo tanto, tenemos que correr más. Es el escenario reinventivo. Porque a una nueva era le corresponde una nueva manera de hacer las cosas. Necesitamos una masa crítica suficiente de personas capaces de poner todo en duda para empezar a pensar en un escenario reinventivo. 

Y en materia educativa ser reinventivo quiere decir ser capaz de darle la vuelta completamente a la formación infantil, a la formación primaria, a la formación secundaria y sobre todo a la formación universitaria. Recuerdo que la semana pasada un antiguo alumno me dijo, con enorme satisfacción: “he aprobado la última asignatura de mi carrera, incluso el trabajo fin de grado .. ya no me tendré que examinar jamás”. Esto es el fruto de la educación que nos han metido hasta la médula: la educación acaba en un momento determinado y a partir de entonces entramos en la vida profesional. Pobre iluso … lo que se ha acabado es esta manera de ver las cosas. A partir de ahora vamos a tener que estar educándonos durante toda nuestra vida, entre otras cosas porque vamos a tener que estar cambiando constantemente. Entiendo que es una barbaridad, pero ello implica romper dogmas intocables: por ejemplo, afirmar que se han acabado las hiper especializaciones. La sociedad no va a buscar más al tipo que ejecuta mejor una tarea muy concreta para la que es máximamente eficiente. Y no lo va a hacer porque mañana esa tarea la hará una máquina. La sociedad precisará cada vez más de personas holísticas, de personas con capacidad de ver 360 grados, con capacidad máxima no de adaptación sino de reinvención. 

Este es el tipo de educación que necesitamos y para eso hemos de ser capaces de acabar con una educación fundada en el atiborramiento de contenidos y hemos de ser capaces de enseñar a nuestros alumnos a dudar, a pensar y a razonar. Los contenidos están en las bases de datos, los tenemos en internet, nos lo va a proporcionar la inteligencia artificial: lo que necesitamos es personas capaces de reflexionar, capaces de vincular, capaces de hibridar. No necesitamos 300.000 datos aprendidos de memoria y metidos en la cabeza con calzador: cuanto más contenidos en la cabeza, más lleno estará el disco duro y más lento funcionará. A mi modo de ver, tenemos que ser radicales con nuestros alumnos: tenemos que enseñarles a pensar y a razonar y para enseñarles a pensar y a razonar hay que enseñarles a dudar: sólo quien duda piensa, esa es la revolución de la educación

"Solo quien duda piensa, esa es la revolución de la educación

 

Pregunta. ¿Cómo van a afectar todos estos cambios al ámbito del Derecho? 

Respuesta. El derecho que yo aprendí viene del Derecho Romano. El Derecho Romano servía a una estructura del mundo en la que se avanzaba de manera aritmética, de manera lineal. La clave estaba en conformar la norma de tal manera que se adecuara a lo que necesitaba la sociedad (estoy simplificando, obviamente). Una vez ajustada la norma a las necesidades de la sociedad, ésta evoluciona de una manera aritmética, con un cambio exponencial de cuando en cuando. La jurisprudencia intenta ajustar en la medida de lo posible, pero llega un momento, todos lo hemos experimentado, en el que decimos “esta norma ya no se adecúa a lo que necesita la sociedad”. ¿Qué hacemos entonces? Pues cambiamos la norma, es decir, hacemos un ‘catching up’ y volvemos a empezar otra vez hasta que vuelva a ocurrir lo mismo en un círculo virtual infinito. Soy consciente de que estoy simplificando, pero también de que la realidad no es muy diferente a ésta. Desde esta perspectiva, el Derecho es por tanto un constante ‘catching up’ que ha funcionado magníficamente durante dos milenios.

¿Qué otra cosa necesitábamos? Necesitábamos una estructura que nos permitiera resolver los conflictos: los tribunales de justicia. ¿Que son lentos? Son lentos, efectivamente, pero tenemos tiempo. ¿Que tardan cinco años en resolver? Mejor que tardaran dos o uno, claro, pero lo podemos digerir porque al final la justicia llega: la justicia es lenta, pero llega ¿verdad? Por lo tanto, el sistema de resolución de conflictos funciona. Tenemos el sistema de producción de normas y tenemos un sistema de resolución de conflictos que nos ha permitido funcionar en esa dirección.

Pero ¿qué pasa cuando la sociedad empieza a evolucionar de forma exponencial? Entonces, necesariamente, se pierde el ritmo de la adecuación de la norma a la sociedad:  salvo en casos de cambios excepcionales -por ejemplo, de un sistema dictatorial a un sistema democrático, donde hay que hacer una nueva constitución- nuestros ‘catching up’ de los últimos 40 años han respondido siempre a los mismos parámetros, a saber, hemos visualizado que la norma no se adecúa ya a la sociedad. Pensemos, por ejemplo las últimas leyes LGTBI … Ahora bien, si la sociedad evoluciona de forma exponencial en lugar de evolucionar de forma aritmética, esta manera de articular el Derecho no nos sirve, no vamos a ser capaces de hacer ‘catching up’ nunca más … y no solo eso, es que la forma de resolución de conflictos -sean unos tribunales, unos terceros con un arbitraje o con una mediación o como sea que lo hagan- exige un tiempo que ya no tenemos, con lo que a largo plazo el sistema no puede funcionar. Seamos honrados, por favor: antes los tribunales llegaban tarde, pero llegaban. Ahora el problema ya no es que lleguen tarde, es que cuando llegan es demasiado tarde ….  o son prontos en la resolución o ya no vamos a poder digerir las respuestas. En conclusión, todo el sistema de resolución de conflictos -y siento mucho decirlo de esta manera tan cruda- se nos cae en mil pedazos.

"Antes los tribunales antes llegaban tarde, pero llegaban. Ahora el problema ya no es que lleguen tarde, es que cuando llegan es demasiado tarde

¿Hacia dónde tenemos que ir, por lo tanto? Pues tenemos que derrochar imaginación. En primer lugar, tenemos un sistema jurídico muy rígido, pero sobre todo paquidérmico. Hoy tenemos sin duda muchas más normas que hace cincuenta años.

A mi modo de ver, deberíamos ir hacia sistemas de producción de normas basados mucho más en estándares y en acuerdos donde la voluntad de las partes penetre con mucha más profundidad, sistemas basados en prototipos, basados en mínimas normas que después puedan ser desarrolladas y auto desarrolladas y que conlleven al mismo tiempo procesos de resolución de conflictos, es decir, que posibiliten que la resolución de conflictos no tenga que ser siempre llevada a agencias externas. ¿Qué quiere decir esto? No estoy diciendo en absoluto que deba desaparecer el Poder Judicial o la judicatura, pero sí que tenemos que desarrollar una nueva manera de organizar la sociedad a través del Derecho y que se trata de una materia no solo importante sino urgente

Quizás otros sistemas jurídicos, como el anglosajón, se encuentran un poco más preparados que el nuestro para hacer frente a estos retos. Pero, en cualquier caso, lo que no deberíamos hacer, y vuelvo otra vez al ‘business as usual’, es pensar que el sistema está bien cuajado y que al final nos lograremos adaptar. No podemos simplemente adaptarnos, tenemos que utilizar metodologías disruptivas si no queremos cambiar el sistema, pero en algunas ocasiones tendremos que llegar a pensar en reinventarnos y en cambiar el sistema. A fin de cuentas, el Derecho no es más que un instrumento de la sociedad para permitir que las personas vivamos y convivamos en paz y debe adecuarse lo más fielmente posible a la sociedad a la que debe servir.

"Deberíamos avanzar hacia sistemas de producción de normas basados mucho más en estándares y en acuerdos donde la voluntad de las partes entre con mucha más profundidad, sistemas basados en prototipos, basados en mínimas normas que después puedan ser desarrolladas y auto desarrolladas y que conlleven al mismo tiempo procesos de resolución de conflictos

 

Pregunta. Si nuestra sociedad está hiperregulada ¿cuál sería la mejor alternativa para poder mantener un sistema que sea eficaz y que pueda impartir Justicia de manera completa y eficaz en este cambio de era? 

Respuesta. Es, sin duda, una buena pregunta: la pregunta del millón. Que una sociedad esté hiper regulada no es malo en sí en la medida en que el movimiento de la sociedad se corresponda y se adecúe a esta hiper regulación. En otras palabras: si tenemos una sociedad que avanza a un ritmo lineal que nos permite ver la progresión que tenemos y la capacidad de entender lo que ha hecho la generación anterior y entender lo que están haciendo nuestros hijos e hijas, la hiper regulación proporciona mayor seguridad jurídica a cambio, es obvio, de menor flexibilidad. Pero podemos vivir con ello. 

El problema, por tanto, no es que la hiper regulación sea buena o mala. El problema es que la regulación es solo un solo instrumento para ordenar la sociedad. Si la sociedad cambia la regulación debe ajustarse a ese cambio y si ese cambio ya no va a ser nunca más aritmético sino que va a ser siempre exponencial, simplemente la hiper regulación no resuelve los problemas porque es inflexible y porque los procesos de adopción de decisiones normativas son muy lentos y tediosos.

Voy a poner un ejemplo que me es muy querido y muy doloroso al tiempo. Probablemente uno de los mejores avances que ha hecho jamás la humanidad después de la II Guerra Mundial ha sido la creación de un sinfín de organizaciones internacionales. Yo mismo he sido vicepresidente de una de ellas. Y el otro, la adopción de una miríada de convenios Internacionales en todas las materias imaginables. Por primera vez los seres humanos hemos sido capaces de entendernos entre nosotros sin usar las armas, y esto es fenomenal. ¿Qué ocurre ahora? Pues que es muy complejo hacer evolucionar a las organizaciones -que en su gran parte siguen teniendo una gobernanza “infantil”- y que los convenios son muy difíciles de modificar. Pasar ahora a esquemas de regulación que sean mucho más flexibles y que incorporen dentro de la misma regulación cómo resolver los conflictos dando mucho más margen a los que tienen que resolverlos, llámense jueces, llámense amigables componedores, llámense árbitros, mediadores… deviene cada vez más urgente y me da la sensación de que no hay plan B. 

Las entidades encargadas de resolver conflictos deberían tener más flexibilidad a la hora de modular la norma y adecuarla rápidamente al cambio de la sociedad. Pero todo esto, con el artesonado tan impresionante que tenemos de normas domésticas, de normas de la Unión Europea y de convenios internacionales en vigor va ser muy difícil. Algo que ha sido maravilloso hasta ahora de pronto se puede volver contra nosotros porque romper con la hiper regulación va a ser una tarea complejísima. Pero eso no quiere decir que no haya que intentarlo o que haya que tirar la toalla: yo estoy convencido de que hay que anunciar a los cuatro vientos que hay que cambiar tanto la dinámica de producción de normas como la de resolución de conflictos para hacerlas mucho más ágiles y adaptadas a la sociedad actual.

"Si la sociedad cambia la regulación debe ajustarse a ese cambio y si ese cambio ya no va a ser nunca más aritmético sino que va a ser siempre exponencial, simplemente la hiperregulación no resuelve los problemas porque es inflexible y porque los procesos de adopción de decisiones normativas son muy lentos y tediosos

 

Pregunta. Y para terminar ¿cómo van a afectar todos estos cambios a la gobernanza de los sistemas democráticos?

Respuesta. Tus preguntas han ido en progresión lógica, de modo que, lógicamente, esta última debe conducirme a planteamientos muy radicales y muy sensibles. Voy a intentar, por lo tanto, cuidar un poquito mis palabras.

Estoy convencido, como dije antes, de que el mayor avance que ha hecho la humanidad jamás en su historia ha sido cambiar las espadas por las palabras. Los ingleses lo dicen más bonito: ‘changing swords by words’, es decir, proponer sistemas en los que las decisiones no las toma una persona -rey, cacique, dictador o tirano- sino que se corresponden con las necesidades de la sociedad, necesidades que se identifican entre todos y que alumbran respuestas a las que se llega a partir de un cierto consenso con unas ciertas mayorías. Esto viene del siglo XVIII, no viene de hace 5.000 años. La llegada de los sistemas “democráticos” es el mayor avance de la historia de la humanidad. Hasta aquí no hay pero alguno. Pero no nos olvidemos de dos cosas, y lo dice una persona convencida hasta el tuétano de que hay que seguir peleando hasta el tuétano para evitar regresar a los sistemas anteriores:

Por una parte, que ‘el garrotazo’ es muy efectivo a corto plazo: si tengo un problema con alguien saco ‘el garrotazo’ y le doy con todas mis fuerzas en la cabeza. De momento he resuelto el problema o el conflicto. Luego quizás sus hijos les darán el garrotazo a los míos y volverá a reverdecer la disputa, pero de momento hemos resuelto el problema. ¿Quiere decir que es mejor ‘el garrotazo’ que ‘la palabra’? No obviamente, no es mejor: pero ojo, es más eficiente a corto plazo. 

Por otra, que, necesariamente, en caso de conflicto, la única manera de ponernos de acuerdo que no sea utilizando ‘el garrotazo’ es con la palabra: pero llegar a un acuerdo con palabras requiere tiempo para ir poco a poco modulando nuestras posturas: los sistemas democráticos, tal como fueron diseñados maravillosamente por nuestros antepasados, funcionan si tenemos tiempo. 

¿Y qué pasa si este “tiempo” ya no es posible porque la sociedad avanza a un ritmo que exige la adopción de decisiones con mucha más celeridad? ¿Quiere decir que hemos de volver a esquemas autoritarios y de pura imposición? ¡No, no, por favor! Pero sí quiere decir que tenemos que estar muy atentos, tenemos que encontrar fórmulas mucho más ágiles y mucho más flexibles de gobernanza para poder tomar decisiones democráticas en un tiempo mucho más limitado que el que hemos tenido hasta ahora: y me da la sensación de que de eso no somos plenamente conscientes …

Son tiempos convulsos. Y ello explica la vuelta a las respuestas fáciles y seguras: la vuelta a los neonacionalismos, a los populismos, a los extremos … ¡es lógico! Porque cada día es más difícil convivir en democracia con la palabra. Por lo tanto, es ahora, justamente ahora, cuando hay que reivindicar los sistemas democráticos fraguados a partir de consensos, pero no aplicándoles escenarios de ‘business as usual’, como se continúan aplicando. Recuerdo que, en mi etapa en el Servicio Jurídico de la Comisión Europea, comenzó la negociación de un reglamento general de protección de datos. Corría el año 1998.  El Reglamento comenzó a aplicarse 20 años después, en el 2018 ¿Qué había ocurrido? Simplemente, que cuando se diseñó la estructura existía una sociedad y cuando, por fin, se alcanzó el consenso, existía otra completamente distinta. Entonces ¿es que el Reglamento es malo y no sirve? ¡No, por supuesto que no! Es que hemos tardado 20 años en ponernos de acuerdo. Y, cuando por fin lo hemos conseguido, es tarde, demasiado tarde … 

"Tenemos que estar muy atentos, tenemos que encontrar fórmulas mucho más ágiles y mucho más flexibles de gobernanza para poder tomar decisiones democráticas en un tiempo mucho más limitado que el que hemos tenido hasta ahora: y me da la sensación de que de eso no somos plenamente conscientes

Es, pues, momento para la reflexión. ¿Qué es lo que está pasando? Repasemos brevemente la historia … A finales del siglo XVII llegó la Primera Revolución Industrial y 150 años después la Segunda Revolución Industrial. 150 años es suficiente tiempo para poder asentar los cambios por muy brutales que fueran, y lo fueron: quien siguió con el arado no pudo hacer frente a la llegada de la máquina y del tractor. 

La Segunda Revolución Industrial introdujo también profundos cambios: la electricidad sustituyó al vapor, con las consecuencias que todos conocemos. Pero pudimos disfrutar de 100 años más hasta que llegó la Tercera Revolución industrial, la Revolución Digital. Tanto en la Primera como en la Segunda Revolución industrial, así como en todas las revoluciones anteriores, hubo tiempo más que suficiente para volver a nuestras rutinas lineales o aritméticas … había tiempo para adoptar decisiones consensuadas y las resoluciones judiciales, aunque lentas, llegaban puntualmente.

Pero la Tercera Revolución Industrial no ha durado más que 20 años. Sin apenas darnos cuenta hemos entrado en la Cuarta Revolución Industrial, es decir, en la nueva era de la hibridación de todas las tecnologías. Con ella han aparecido de pronto, todas a la vez, un conjunto de superestructuras: el big data, el aumento exponencial de la capacidad de computación, la conectividad del 5G, la telemática, el masivo desarrollo de los algoritmos, los sistemas integrados y la completa softwarización de la sociedad … y todo ello ha provocado la aparición de tecnologías que no son nuevas pero que han cambiado radicalmente la forma de funcionamiento del ser humano: el mundo físico, el mundo biológico y el mundo digital que estaban en silos ya no lo están, sino que están completamente imbricados. 

La Inteligencia Artificial nos pone de frente a algo que nunca hubiéramos soñado: las máquinas han funcionado siempre para el hombre; pues bien, ahora tenemos que ser capaces de reconocer que son mejores que nosotros en muchas cosas y que van a ser capaces de pensar y de razonar con una capacidad muy superior a la nuestra porque nuestras mentes son extraordinariamente limitadas. 

Ante ello siempre podemos adoptar una postura defensiva, podemos levantar la siempre sencilla armadura de la ética y pertrecharnos en un principio elemental que sigue siendo cierto: el ser humano primero. Pero convendría también entender que no tenemos más remedio que aprender a dialogar con las máquinas. Tenemos que ser capaces de vincular los algoritmos (las máquinas) con los androritmos (el ser humano) y llegar a un acuerdo. Pero hemos de reconocer que estamos todavía muy lejos de haberlo alcanzado.

¿Qué quiero decir con todo esto? Vuelvo a la gobernanza. Estoy convencido de que el garrotazo es más eficiente a corto plazo y mucho menos eficiente a largo plazo y de que la democracia, entendida como sistema de resolución de conflictos y de generación de acuerdos que se corresponden con las necesidades y con las aspiraciones de la sociedad es el mejor invento que ha producido la humanidad y hay que preservarlo y llevarlo a todas las sociedades.

"Tenemos que ser capaces de vincular los algoritmos (las máquinas) con los androritmos (el ser Humano) y llegar a un acuerdo

 Pero en la situación actual tenemos que reinventarnos y tenemos que entender, por ejemplo, que otras sociedades, como la sociedad china, con una cultura de más de 5.000 años detrás, no tienen nuestra cultura democrática de tres siglos y es comprensible, por tanto, que en ella la seguridad esté por encima de la libertad. No estoy hablando de compartir culturas, sino de comprender las otras. Nuestro sistema tiene como piedra angular la libertad, pero necesita tiempo para que tu libertad y la mía se adecúen. Si no somos capaces de acortar ese tiempo va a ser menos eficiente que un sistema basado pura y duramente en la seguridad donde las decisiones se adoptan un viernes y se ejecutan un lunes. Tenemos que pensar mucho, tenemos que dudar mucho, tenemos que meter el dedo en la llaga a gente mucho más sabia que yo y tenemos que predicar una y otra vez que nuestro sistema debe afrontar un cambio disruptivo. La masa crítica de nuestra sociedad, todos nosotros, tenemos que dedicar mucho tiempo y mucha pasión para poder encontrar la fórmula que permita llegar a acuerdos de una manera mucho más eficiente.

El tiempo es una dimensión relativa y esto se comprende muy bien en la ‘Biblioteca de los Libros Felices’, donde el tiempo se para. Cuando sales de esta Biblioteca el tiempo es la clave porque el cambio ya va a ser siempre exponencial. Y, si el cambio es exponencial, a mí me dijeron de pequeñito que “más vale estar con lo que viene que con lo que fue”. Pues lo que viene es la cultura del cambio exponencial y para este cambio ni vuestros genes ni los míos, pero sobre todo los míos, están habituados, están diseñados, están educados y están con el estómago preparado para poderlo digerir. Pero habrá que ponerse manos a la obra para hacerlo. El reto no puede ser más apasionante.

"La masa crítica de nuestra sociedad, todos nosotros tenemos que dedicar mucho tiempo y mucha pasión para poder encontrar la fórmula que permita llegar a acuerdos de una manera mucho más rápida

 

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